miércoles, 18 de julio de 2012

Dosis implacable de la realidad/ La obra de Enzué


25 de diciembre, día preciso para despertar al mero estilo de Franz Kafka. De ser en apariencia humano. La vigilia nos devela el telón de la metamorfosis. Ser adulto, entre otras cosas implica una sensación de haberse convertido en insecto, haber dejado lo inminentemente sensible en el baúl de los recuerdos. Abres los ojos y te encuentras por la ventana: el tendedero de los colgados, reminiscencias de la alegría, elevadas a la fuga del horizonte.

El arte es evocador, nunca interpretable. Bajo esa licencia, evoco la sensacionalidad de la obra de Enzué. Un cóctel de color y texturas digitales, hechas al modo de los cínicos de la maestría. ¿Quién en su sano juicio no ha querido asesinar a un niño? Ese fractal con patas y ojos redondos, de acciones incansables, arrastrando el carro cósmico ruidoso por el viento; ante el vacilante entusiasmo del padre inapetente quien, distraído a cada rato, mira la pantalla del mensajero celular. Observar a ese niño en la vigilia, es la conciencia de lo irrepetible, irreversible, perdido. The emotions from the cold uterus. Es la forma de odiar la felicidad por su origen irrescatable de lo estricto y lo puro. Sin embargo, bajo la genialidad de la sublimación del artista, la posibilidad de recobrar la dicha, mediante el asesinato de la melancolía; pasa por algo bondadoso y hasta humano, por delirantes inspiraciones de la ternura perdida, con un toque ligero de acidez y dos ramitas de veneno.

“Colgados” es, a mi modo de ver; la cúspide del sentido conceptual de esa exploración de la infancia, que no de lo infantil. Un desfile de fetiches vudú, que van marcando la trayectoria de las distintas muertes a causa de la vida cotidiana; de las obligaciones que vienen anunciadas por el horizonte de una ciudad hambrienta de sangre. Pero también de las infancias perdidas de la humanidad entera, la repetición de los anhelos icareanos, aspirando a la transmutación de la implacable energía solar, que derrite las espaldas donde crecen ilusos y débiles los retoños de unas alas adheridas obsesivamente con cera, para escapar del laberinto. Tantos intentos de ascenso, como retroproyección a lo infantil, puestos a secar en el tendedero de los “colgados”; obra excepcional de Enzué.

Carlos H. Vázquez
México, Exposición Valkah. Colonia Roma. D.F.
Julio de 2012

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